Vivimos alegándonos, escudriñando cada defecto que vemos en el otro. Esto nos encierra y nos limita como individuos y sociedad. Podemos romper esa barrera al reconocer la dura realidad que aveces los defectos que más nos molestan del otro, reflejan nuestras más íntimas inseguridades. El entender esto quizás es el primer paso para tenernos más compasión.