En su trayectoria artística la artista ha implementado una técnica que surgió por la experimentación con manchas de café y dio paso a la creación de obras con un proceso semiautomático.
En ella busca llegar a contenidos filosóficos y relacionados con el interior o esencia humana, pero el acercamiento es distinto. En lugar de usar la reflexión como el motor de este proceso, se pone en pausa y es el automatismo, el que guía la creación artística. Por ello, da espacio, pero se llega a ella, a lo que no ha sido observado conscientemente y lo que se graba en el inconsciente. Esto genera de forma directa la plasmación de formas e historias a través de manchas, líneas y pinceladas aleatorias en el lienzo. En el proceso semiautomático, el resultado no es guiado por las medidas o reglas de composición establecidas, sino por lo que inspiran las formas en ese momento. Estas figuras, símbolos y significados son distintos y se desarrollan de forma diversa dependiendo del estado emocional, circunstancias y energías de mi entorno.
Por su naturaleza, este proceso es tremendamente libre y deja vía libre a la introspección. Una vez que se han dado las primeras pinceladas de forma automática, inicia el proceso de reflexión que interpreta y dota de significado estructurado a esas manchas o líneas. Este es el proceso por el que se le da forma artística y material a una realidad profunda e intangible.
Sus pinturas parten de una reflexión y estudio premeditado de algún sentimiento, creencia, sueño, historia o experiencia que ha vivido u observado a su alrededor. De ese sentimiento, la artista focaliza y extrae algún detalle que sea relevante pero que pase desapercibido o que pueda ser colectivamente identificado. Posteriormente, busca y reflexiona acerca de qué símbolos y composición podría comunicar mejor el mensaje, esto a veces se ve en forma de bocetos o de escritos. Eileen materializa estos detalles y reflexiones filosóficas y humanas a través de sus obras. Todo ello, con el objetivo de que prestemos atención a estos detalles que nos hacen conectar con nuestro interior, para traerlos a el plano físico, generar un proceso de asimilación primero en la artista con la creación misma y, luego, en el espectador que contempla la obra.